Veganismo, religión y demografía

Según el diccionario de la lengua española religión es Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.

Las religiones establecen sus normas éticas basándose en un ser sobrenatural. Su argumentario se cimenta en la relación del ser humano con una divinidad.

La práctica del veganismo no cumple el requisito de creer en un dios, así que difícilmente puede satisfacer la exigencia de una religión.

El veganismo no tiene nada en común con los dogmas de fe, las revelaciones divinas, la resignación o la vida eterna. Al contrario, el veganismo es una filosofía de vida, un principio moral, que busca excluir, en la medida de lo posible, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales y está sustentado en evidencias, en la lógica, la razón y la evolución.

La gran mayoría de las personas veganas que conozco son ateas o agnósticas; que un vegano profese una religión u otra o crea en la reencarnación o siga las enseñanzas de un gurú, es irrelevante. La espiritualidad de cada uno pertenece al ámbito privado. El veganismo no. El veganismo es una lucha contra una opresión. Una lucha contra cualquier forma de discriminación y su código de conducta se basa en el respeto a los demás, en el derecho a una vida sin sufrimiento y en libertad.

El movimiento vegano ni siquiera tiene un líder, sino que se estructura a base de activistas, y cada uno a su manera trata de ayudar a los animales y a los humanos discriminados.

El veganismo no es una religión ni una dieta ni una moda, sino una responsabilidad ética.

Nada más alejado del veganismo que el mandato divino de las religiones abrahámicas, en el que Dios, después de haber creado el mundo y todo lo que hay en él, ordena a la humanidad las tareas de llenar, someter y gobernar la Tierra. «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla y dominad los peces del mar, las aves de los cielos, y todas las bestias que se mueven sobre la tierra Génesis

«La reducción artificial de la mortalidad y la ausencia de una interferencia simétrica en la natalidad han conducido a la ruptura del equilibrio natural y al crecimiento explosivo de la humanidad. El linaje humano ha tardado cuatro millones de años en alcanzar una población de 1.000 millones de individuos (hacia 1804). En añadir otros 1.000 millones suplementarios (en 1927) sólo hemos tardado 123 años. Otros 1.000 millones más (en 1960) los hemos añadido en 33 años. Los siguientes 1.000 millones sólo han precisado 14 años. Los 1.000 millones posteriores (en 1987) han venido en 13 años. Y los siguientes 1.000 millones se han añadido en 12 años, en 1999, en el que ya éramos 6.000 millones. Los 7.000 millones los alcanzaremos en 2012. Todos los desastres ecológicos que asolan nuestro planeta tienen su origen en el crecimiento excesivo de nuestra población. ¿Qué derecho tenemos nosotros a arruinar la única patria de la vida conocida en el Universo, la biosfera terrestre, y a exterminar a las otras especies? El cáncer es el crecimiento incontrolado de un tejido a expensas de los demás. La incontrolada explosión demográfica humana es el cáncer de la biosfera y está empujando a otras especies a la extinción. Desde 1900 hasta hoy la población de África ha pasado de unos 100 millones de habitantes a unos 920 millones, es decir, casi se ha multiplicado por 10. En el mismo intervalo de tiempo, la población de chimpancés ha pasado de unos dos millones a unos 120.000, es decir, casi se ha dividido por 20. Todavía peor suerte han corrido los orangutanes, de los que apenas quedan 25.000. La bomba demográfica es también la principal causa de la miseria en el mundo. La familia que podría alimentar y educar bien a un hijo o dos distribuye sus escasos recursos entre diez, con lo que todos pasan hambre, o son abandonados a la mendicidad y la delincuencia. El volcán demográfico vomita constantemente nuevos millones de hambrientos. Los países ricos, como España, lo son entre otras razones por la revolución silenciosa de las mujeres, que han reducido drásticamente su natalidad. A pesar de los abusos, el Gobierno chino ha logrado frenar la explosión demográfica, poniendo así las bases para su impresionante despegue económico. El planeta Tierra pura y simplemente no puede sostener a un número ilimitado de seres humanos. El objetivo civilizado no es que haya la mayor cantidad posible de gente (no importa cómo vivan), sino más bien que la gente viva lo mejor posible (no importa cuántos sean).»

Jesús Mosterín, La naturaleza humana 2006

Dicho sucintamente: Cuantos más seres haya menos importará cada individuo


El cristianismo y su trato a los animales

«Otro error fundamental e inexcusable del cristianismo, […] cuyas consecuencias nefastas constatamos a diario, es el hecho de que, de una manera antinatural, ha desprendido al ser humano del mundo de los animales, al cual pertenece de manera esencial, dando valor exclusivamente al hombre, y considerando a los animales como meros objetos […] Dicho error fundamental es una consecuencia de la creación a partir de la nada, según la cual el Creador (capítulos 1 y 9 del Génesis) habría hecho entrega al hombre de todos los animales, para que gobernase sobre ellos cual si fueran cosas, sin siquiera recomendarle que los tratase bien […]; después, en el segundo capítulo, lo nombra catedrático de zoología, al asignarle la tarea de dar a todos los animales el nombre que portarán de ahí en adelante; lo cual viene a confirmar la total dependencia de estos respecto del hombre, es decir, su total indefensión ante la ley. […]
Un anuncio de la muy digna «Asociación para la protección de los animales», de Múnich, fechado el 27 de noviembre de 1852, se propone con la mejor de las intenciones difundir las «disposiciones que predican el buen trato con el mundo de los animales» contenidas en la Biblia, y cita: Proverbios de Salomón, 12, 10; Eclesiastés 7, 24; Salmos 147, 9; 104, 14; Job 39, 41; Mateo 10, 29. Pero esto no es más que una pia fraus (mentira piadosa), basada en el cálculo de que no se consultarán los pasajes aludidos; apenas el primero de ellos, muy conocido, dice algo sobre el asunto, aunque de una manera bastante tímida; en el resto se alude ciertamente a los animales, mas no se dice nada sobre su buen trato. ¿Y cómo reza aquel primer pasaje?: «El justo se apiada de sus bueyes». ¡«Se apiada»! ¡Qué expresión! Uno se apiada de un pecador, de un criminal, no de un animal inocente y leal, que a menudo sirve de alimento a su dueño y no recibe a cambio sino miserables raciones de pienso. ¡«Se apiada»! Uno no debe apiadarse de los animales, sino ser justo con ellos.»

El arte de insultar. Arthur Schopenhauer (1788-1860)  filósofo alemán

Dimensión demográfica del sufrimiento: reflexiones éticas sobre antinatalismo en el contexto del futuro sostenible

Miguel Steiner Doctor en Filosofía – José Vives-Rego Departamento de Microbiología, Facultad de Biología, Universidad de Barcelona