Algunos países como Reino Unido plantean incluir en su legislación de bienestar animal a los moluscos cefalópodos y crustáceos decápodos, después de que multitud de estudios científicos avalen que estos invertebrados sienten dolor, lo que abre un dilema moral y ético en las decisiones políticas de muchos estados, según un análisis de la revista ‘Science’.

My Octopus Teacher o Lo que el pulpo me enseñó (2020) NETFLIX

My Octopus Teacher  relata una conmovedora historia sobre un buzo que forja una inusual relación con un pulpo en Sudáfrica, formándose un vínculo entre los dos en el transcurso de un año.

A pesar de que ya sabemos todo el daño que causa la industria de la acuicultura, se sigue trabajando para ampliar el número de especies que podrían ser explotadas. Algunos países, incluida España, están invirtiendo cuantiosas sumas en proyectos científicos cuyo único objetivo es conseguir criar pulpos en cautividad para renovar con ellos el negocio. El filósofo y buceador Peter Godfrey-Smith ha escrito un libro fabuloso acerca de la sofisticada inteligencia de los pulpos: Otras mentes: El pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia. En él nos explica que los cefalópodos, cuya evidencia fósil más antigua es de hace 290 millones de años, fueron probablemente quienes desarrollaron la primera forma de conciencia, la primera mente que habitó lo que llamamos planeta Tierra y deberíamos llamar planeta Agua, y precisamente esta primera forma de conciencia es una razón más para llamarlo planeta Agua. Los humanos, que hace tan poco tiempo que existimos, deberíamos sentir respeto ante estos linajes tan antiguos y maravillosos. Godfrey-Smith retrata en
este libro sus sofisticadas formas de vida y nos enseña a admirarlos. Es también coautor de un lúcido artículo en el que se opone a su cría en cautividad para consumo.

Fragmentos de
Marta Tafalla, Filosofía ante la crisis ecológica (Plaza y Valdés, 2022)


El cerebro de los pulpos funciona de forma parecida al nuestro y su curiosidad y su deseo de explorar nos recuerdan nuestra propia sed de conocimiento. Usan herramientas y frente a sus múltiples depredadores, los pulpos son maestros del camuflaje. Pueden imitar su entorno cambiando el color y la textura de su piel al instante y de diversas formas.

En cuanto a la definición de inteligencia, se observa que los pulpos validan todas las condiciones: muestran gran flexibilidad en la obtención de información (uso de varios sentidos, aprendizaje social), en el procesamiento de esta información (aprendizaje discriminativo y condicional), en su retención (memoria de largo plazo), y en su uso (adaptación de comportamiento ante diferentes depredadores y presas).


ADELINE MARCOS (SINC) 25/03/2022

A finales de 2021, Reino Unido consideró a los invertebrados –como moluscos cefalópodos y los crustáceos decápodos– seres sintientes, capaces de experimentar dolor emocional, tras analizar más de 300 artículos científicos al respecto. El Gobierno británico decidió sugerir su protección a través de su proyecto de Ley de Bienestar Animal para evitar su sufrimiento.

Otras naciones ya reconocen la capacidad de sentir de estos invertebrados, con lo que se prohibirían costumbres como la de hervir las langostas vivas. La decisión se basa en la evidencia de que las emociones y las experiencias sentidas – sintiencia– no se limitan a los humanos y otros mamíferos.

“Un informe de la London School of Economics, encargado por el Gobierno del Reino Unido, ha concluido que hay pruebas sólidas para afirmar que los crustáceos decápodos y los moluscos cefalópodos son sintientes”, afirma la profesora y filósofa de la Universidad de York Kristin Andrews, titular de la Cátedra de Investigación de York sobre Mente Animal.

Pero, ¿cómo se define una emoción? ¿Cuál es la relevancia moral de las experiencias animales? Este tema lleva años siendo objeto de debate tanto en la neurociencia afectiva como en la filosofía, y ahora parece estar surgiendo un consenso sobre los criterios e implicaciones morales y éticas.

En un análisis publicado en la revista Science, los científicos Frans de Waal, director del Living Links Center de la Universidad de Emory, y Kristin Andrews, de la Universidad de York, recogen las implicaciones políticas y morales sobre el reconocimiento de las emociones en este grupo de animales.

¿Reflejos o emociones animales?

Hace más de una década, el mismo debate giró en torno a si los peces sentían dolor. Hasta hace poco se pensaba que solo tenían nocicepción, es decir, que reaccionaban de manera inconsciente a estímulos nocivos, como cuando retiramos la mano de la estufa caliente antes de saber que nos va a quemar. Se creía entonces que respondían al dolor por reflejos, pero sin ningún tipo de sentimiento asociado.

La comunidad científica dedujo que, como la nocicepción no llegaba necesariamente al sistema nervioso central y la conciencia, no equivalía a la sintiencia, que en este caso equivalía a experiencias con valor, consideradas por el organismo como atractivas/positivas o aversivas/negativas.

Según explican de Waal y Andrews en su análisis, este debate se zanjó cuando se descubrió que los peces aprenden de los encuentros con estímulos negativos evitando los lugares peligrosos. Un estudio demostró que recuerdan estas zonas porque sintieron y procesaron neuronalmente las experiencias perjudiciales.

En el siglo pasado se decía que los animales son como máquinas de respuesta a estímulos, pero luego llegaron las excepciones: primero los primates, los delfines, los elefantes, los perros y otros mamíferos, después las aves y los peces. Ahora hemos llegado a los invertebrados y hay todo tipo de nuevos estudios sobre abejorros, abejas, etc.”, dice de Waal.

Lo mismo sucede con pulpos, calamares cangrejos. El argumento habitual es que reaccionan a los golpes o al ser capturados, pero no sienten nada.

Sin embargo, la ciencia demuestra que, al igual que los peces, ellos recuerdan los lugares en los que ocurrieron las cosas negativas, “lo que significa que deben haber experimentado estos acontecimientos, por lo tanto, sienten”, continúa el experto para quien todos los animales con cerebro son sintientes.

Un experimento con cangrejos que se esconden de la luz brillante en el laboratorio entrando en un agujero, mostró que estos crustáceos recuerdan los orificios donde recibieron una descarga y los evitan. “Sintieron y recordaron“, dice de Waal.

El lenguaje como señal del sufrimiento

Antes de 1980, esta misma discusión se sostuvo en torno a los bebés humanos a los que los médicos les sometían a procedimientos quirúrgicos con la mínima anestesia o incluso sin ella. La razón es que solo las afirmaciones verbales de dolor eran aceptadas como pruebas de estos estados internos, y la ausencia de lenguaje se equiparaba con la ausencia de estos. Es decir, al no hablar, se pensaba que los bebés no sentían nada.

A pesar de la abrumadora evidencia científica que demostraba que los bebés sí sentían dolor, la actitud no cambió hasta los años 80

“La importancia del lenguaje está sobrevalorada. La gente pensaba: sin palabras, no hay sentimientos, no hay conciencia”, recuerda de Waal.

El lenguaje es la forma en que comunicamos los sentimientos, pero estos pueden ocurrir sin el lenguaje. Esto fue difícil de entender por parte de la comunidad científica. A esto se añadieron los prejuicios sobre qué consideramos que son los animales, como si los humanos no fuéramos animales.

En su escrito, los dos científicos estiman que reconocer la sensibilidad de los invertebrados abre un dilema moral y ético. Los humanos pueden decir lo que sienten, pero los animales no tienen las mismas herramientas para describir sus emociones. “Sin embargo, las investigaciones realizadas hasta ahora sugieren firmemente su existencia”, dice Andrews, que trabaja en un proyecto de investigación llamado Animals and Moral Practice.

¿Cómo tratar entonces a pulpos y cangrejos?

Para los investigadores posiblemente llegue el momento en que las personas acepten que cangrejos, gambas y otros invertebrados sienten dolor y otras emociones. “En realidad, se trata de reeducar nuestra forma de ver el mundo“, señala la científica, para quien sigue siendo una cuestión abierta saber cómo hemos de tratar a ciertas especies.

Según los autores, se trata de una decisión moral: “No podemos actuar como si estos animales no tuvieran sentimientos, ni tratarlos como si fueran piedras” dice Frans de Waal.

publico.es

“Tenemos que dejar de actuar como si los animales fueran insensibles. Esto se aplica tanto a la industria agrícola como a los laboratorios. Solemos tratar a los invertebrados de forma diferente a los mamíferos, como los ratones y las ratas, pero no hay ningún argumento científico sólido para hacerlo”, concluye el experto.


El pulpo

Oscuro dios de las profundidades,

helecho, hongo, jacinto,

entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,

donde al amanecer, contra la lumbre del sol,

baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe

con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

Qué belleza nocturna su esplendor si navega

en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,

para él cristalina y dulce.

Pero en la playa que infestó la basura plástica

esa joya carnal del viscoso vértigo

parece un monstruo; y están matando

/ a garrotazos / al indefenso encallado.

Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte

por la segunda asfixia que constituye su herida.

De sus labios no mana sangre: brota la noche

y enluta el mar y desvanece la tierra,

muy lentamente, mientras el pulpo se muere.

José Emilio Pacheco (escritor mexicano)