
Los protectores de la biodiversidad, los defensores de la ecología, los adalides del medio rural y de la actividad cinegética se dedican a disparar a animales dóciles, criados en granjas. Negocio que esconde una de las mayores hipocresías e infamias en un país donde matar y asesinar es considerado un deporte.

Para desmontar el mito medioambiental de “regulación de la población” de ciertas especies, hay que señalar que la mayoría de los animales cazados provienen de granjas cinegéticas. En León, por ejemplo, el 100% de los animales que se cazan provienen de la cría en cautiverio.

Estos animales son asesinados con el único propósito de brindar a los cazadores un «trofeo».

Los cazadores asesinan animales como trofeo, generalmente los más grandes y más robustos, los que son necesarios para mantener fuerte el acervo genético. Este “trofeo de caza” a menudo debilita al resto de la población de esa especie: se cree que la cacería furtiva de elefantes ha aumentado el número de elefantes sin colmillos en África; y en Canadá, la cacería ha hecho que el tamaño de los cuernos del borrego cimarrón haya caído 25 por ciento en los últimos 40 años.
Los cazadores desestabilizan la selección natural ya que prefieren matar a los animales más grandes y más fuertes. Incluso si se diera una superpoblación natural en un grupo de animales el delicado equilibrio de los ecosistemas de la naturaleza regularía la población.
La caza, además, provoca dolor y sufrimiento. Esta forma violenta de «entretenimiento» separa familias y deja huérfanos a innumerables animales. En el caso de animales como los lobos y los gansos, que se aparean de por vida y viven en grupos familiares muy unidos, la caza puede devastar comunidades enteras, alterando los patrones de migración e hibernación.


El miedo y el ruido ensordecedor de los disparos y otros disturbios causados por los cazadores ocasionan a los animales un enorme estrés. Esto compromete gravemente su rutina y hábitos alimenticios, provocando que les sea difícil almacenar la grasa y la energía que necesitan para sobrevivir el invierno. Los ruidos fuertes también pueden perturbar los rituales de apareamiento y causar que los padres huyan de sus madrigueras y nidos, dejando a sus pequeñas crías vulnerables a los depredadores naturales.
También los deja gravemente heridos cuando los cazadores no logran su objetivo. Muchos animales sufren muertes lentas y dolorosas.

Un estudio británico sobre la caza de venados muestra que el 11 por ciento de los ciervos mueren después de haberles disparado dos o más veces, y que algunos ciervos heridos pueden agonizar horas antes de morir.
Furtivo y gris en la penumbra última,
Un lobo Jorge Luis Borges
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en América. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.
La tragedia de los galgos españoles
Se ha acabado la temporada de caza, comienza el infierno para los perros.
En estos días miles de galgos serán “descartados” y ahorcados, tirados en fosas y asesinados de muchas formas más, siempre injustas, y siempre procurando que sean lentas y dolorosas. Los que mantendrán con vida tampoco están a las puertas de un futuro prometedor: encadenados en cuevas, en sótanos, sobreviviendo apenas con pan duro… hasta que empiece la siguiente temporada de caza. Y todo vuelva a empezar.


Masacre de galgos

CAMPERO es uno de los veinte galgos que tiene Julián, un cazador galguero de Toledo. Nació en una fosa sin luz, tapada con unos tablones viejos; de vez en cuando unos trozos de pan duro se cuelan por un hueco y los animales se pelean por ellos. Una vez a la semana, se les saca del agujero con idea de entrenarlos para la caza.
Por fin llega el día de la prueba, nuestro inocente CAMPERO no se encuentra muy bien hoy, es mucho el hambre y frío que ha sufrido desde que su madre los parió en la fosa y no hace un buen papel, así que Julián ha decidido que se deshará de él.
Por la noche en el bosque tres son los condenados, CAMPERO no entiende nada. Mientras le atan una soga al cuello y con las patas aún en el suelo CAMPERO mira a los ojos de su amo mientras éste la tensa para dejarlo colgado de pie. Luego lo ve marchar. Así pasan seis horas, empieza a amanecer.Y CAMPERO se muere, sus ojos se llevan libres el azul del cielo.







A la caza a menudo se le llama “deporte” como una manera de hacer pasar una matanza cruel e innecesaria como una actividad saludable y socialmente aceptable. Sin embargo, los deportes implican competencia entre dos partes que dan su consentimiento y la mediación de un árbitro. Y ningún deporte termina con la muerte deliberada de alguien no dispuesto a participar.
La violencia contra los animales puede conducir a la violencia contra las personas. La caza conlleva una peligrosa insensibilización respecto al sufrimiento. Investigaciones en psicología y criminología muestran que las personas que cometen actos de violencia contra los animales rara vez se detienen ahí, y a menudo desencadena en violencia doméstica. Numerosos estudios como los llevados a cabo por la Northeastern University y el Massachusetts SPCA muestra que las personas que maltratan a los animales tienen cinco veces más probabilidades de cometer delitos violentos.
Fuente www.fbi.gov — FBI Animal Cruelty as a Gateway Crime
Animal abuse has long been linked with other forms of antisocial behaviors and criminal violence. It is estimated that animal abusers are five times more likely to commit violent crimes against people.
Tracking Animal Cruelty — FBI Animal Cruelty as a Gateway Crime
CAZADOR
Animal acechado por la locura en sombra
El miedo eterno
Bajo el manto negro.
Viril apariencia, umbría presencia
Helado su aliento
Ni paz, ni descanso, ni sosiego.
Acecha y acosa a la presa
Hostiga la conciencia
Abate la clemencia.
Sinrazón, sólo instinto
Preso de una cólera asesina
La vileza concentrada en la punta de sus dedos.
Matar por gozar
Matar por matar
Avistar la bella criatura, apuntar y disparar.
El animal inerte
Se desangra, no comprende
Cómo se le escapa la vida, adversa suerte.
El cazador satisfecho
La víctima abatida
El cazador vivo, el cazado sin vida.
Él acosa y mata
Y la vida se le tuerce
Y, por fin, la vida a él le caza.
Luisa Claver Oñate
Para luchar contra la caza, únete o crea una organización anti-caza, protesta contra cacerías organizadas, acude con silbatos o esparce repelente, como cabello humano, cerca de las zonas de caza.
Los animales disponen de un mecanismo interno de regulación de la población y si hay superpoblación, disminuye la cuota de nacimientos hasta alcanzar el equilibrio natural.
Los cazadores siempre argumentan que sin su actividad cinegética los animales nos invadirían.
Pero esto es más falso que una moneda de 5 euros.
Por el contrario, en zonas donde la caza es muy elevada se ha visto que las hembras invierten más recursos en la reproducción adelantando su edad fértil lo que explica que a pesar del incremento del número de animales cazados, la población sigue aumentando.
Es inconcebible que comunicadores que se llaman progresistas y que abogan por un mundo mejor, sensible y humanitario, alardeen en los medios, sin ningún recato, de que son aficionados a la caza -“eso sí, caza menor”- qué desfachatez Francino en la Ser durante el programa “La Ventana” como si matar animales más pequeños no fuera tan cruel como matar animales grandes, eso sí, es que es más barato.
Y Empar Moliné en Catalunya Radio en su programa de las 15 horas: “A mí lo que más me gusta es que me regalen caza de la que está prohibida, es la más deliciosa en el plato”
Todo esto se lo pueden permitir esta gente que no son más que los portavoces del mundo despiadado que en realidad defienden.
La caza, sea menor o mayor, es la manifestación de los instintos sanguinarios que esta civilización nuestra no está dispuesta a erradicar.
Hoy hemos conocido una sentencia justa y que abre una vía más para demostrar que la tradición es en muchos casos retrógrada.
Un juez ha declarado culpables imponiéndoles la pena correspondiente a 4 cazadores rehaleros por haber amputado las orejas a 161 perros.
Esta práctica es ilegal en España -pero como una cosa es legislar y otra la voluntad política para que se cumplan las leyes- se seguía ejerciendo con total impunidad favorecida con el argumento de la tradición: “algo que siempre se ha hecho”.
La historia de la humanidad no puede estar orgullosa de sus tradiciones: siempre se ha pegado a las mujeres; siempre se ha azotado a los reos; siempre se ha sacado los ojos a los ruiseñores para que su canto nos resultara más dulce; siempre se ha confinado a los leprosos; etc, etc, etc
La civilización consiste en que las prácticas milenarias pero crueles resulten hoy en día inaceptables y sea la ciudadanía la que reclame la condena y el castigo ejemplar para los que las sigan ejerciendo.
La caza por deporte es la mayor demostración de la hipocresía de una civilización que se dice avanzada, cuando con esas prácticas está activando sus pasiones más abyectas y sanguinarias.
¿Cómo es posible que se admita que un cazador pueda exhibir a los animales asesinados como un trofeo?
De hecho, se ha demostrado que uno de los signos identificables de la psicopatía es torturar y matar animales.
Lo terrible es que disfrutar con la práctica de la caza y todo lo que conlleva sea culturalmente normal y socialmente aceptado.
Jacob Rees Mogg once again failed to read the mood of the nation by hosting the Mendip Farmers hunt.
For a man stuck in the Victorian age he probably feels that hunting is a forward thinking activity for the modern gentleman rather that an archaic cruel tradition despised by the majority.