El viaje iniciático al veganismo
¿Qué me llevó a defender a los animales? ¿Qué me hizo evolucionar hasta cambiar radicalmente mi forma de comportarme, de actuar, de pensar? Ha sido un doloroso viaje desde la ignorancia hasta el conocimiento sobre la realidad de estos seres que llamamos animales. Este proceso de aprendizaje es desgarrador por la exposición constante a la maldad.
Las horas tristes, Ramón Casas
Cuando el conocimiento implica sufrimiento, la pregunta es, si no es mejor seguir en el limbo de la ignorancia y seguir en la feliz despreocupación (blissful ignorance). Más aún, los veganos no somos los beneficiarios de nuestro activismo, nuestra lucha no es contra una discriminación propia y no somos las víctimas de la opresión contra la que actuamos.
Retrato doble, Lucian Freud
Carol J. Adams dice: Incluso la conciencia del sufrimiento es un regalo. Experimentamos el sufrimiento, pero también se nos da el don de la conciencia sobre él, y es mejor estar despiertos que dormidos.
Es bien sabido que la gente vive más y es más feliz cuantas más cosas puede olvidar o ignorar. Richard Ford – Be Mine (2023)
Suele aparecer en la mediana edad una pulsión que invita a reflexionar. En los versos que inician la Divina Comedia, Dante nos dice que ésta es la edad en la que te puedes encontrar perdido y el camino es incierto.
En medio del camino de la vida,
errante me encontré por selva oscura,
en que la recta vía era perdida.
‘Reposo‘ Josep Clarà, 1929, talla en mármol. Museu Nacional d’Art Catalunya, Barcelona.
Allá a principios del nuevo siglo y después de hacer las Américas, me encontré de regreso en mi país, algo desubicada mentalmente. Era una época de confrontación política en España ¿cuándo no? y en mi comunidad especialmente (el conflicto catalán). Yo me sentía ajena a la polarización izquierda-derecha (a la izquierda en mi país, -ya le vale- y la derecha es la herencia de la dictadura franquista). Siempre había tenido una querencia por los animales no humanos que puso a prueba la paciencia de mis sufridos padres durante toda mi infancia. Recogía perros abandonados, tórtolas con el ala rota o lloraba desconsoladamente al ver un camión con cerdos, gallinas o terneras -aunque luego me los comiera-. Decidí entonces unirme al único partido animalista que hay en España y allí empezó mi andadura de activista. Un día en el barrio de Gracia, en una campaña para abolir las fiestas con toros y vaquillas, una compañera activista me preguntó si sabía de algún sitio para comprar un bocadillo, yo le señalé uno y tras mirarme raro, me dijo, —pero no hay nada vegano —. Yo hice cara de circunstancias y ella me contestó, —esto que hacemos está muy bien, pero la verdadera tragedia, el gran horror está en la industria —. Yo me acababa de comer un bocadillo de queso; sólo me dijo —Mira el vídeo de Gary Yourofsky —. Le hice caso y entendí que tenía una obligación moral. Al cabo de unos días dejé de consumir productos animales y vestirme con ellos y abogué por el veganismo. Decisión que requirió una firme voluntad de ruptura con la cultura dietética heredada.
La dama del armiño, Leonardo da Vinci
Es fácil culpar a los medios de comunicación, al gobierno, a las industrias cárnica y láctea por sus fructíferas campañas a favor del consumo de productos animales, presentándolos como normal, natural y necesario. Ellos tienen la hegemonía dominante del discurso y es frecuente que seamos a menudo caricaturizados.
Femme au chat, Pierre-Auguste Renoir
El statu quo imperante no va a ser de gran ayuda. Incomprensión, mofas, pullas (las puyas se las clavan a los pobres toros).
El veganismo es un viaje individual que aparte de los hábitos de nutrición, están los que afectan a la psique, emocionales y de comportamiento. El primer escollo, lo más triste, lo más duro, lo más conflictivo es la tremenda soledad, la pavorosa incomprensión e incluso el aislamiento. Yo he dejado de ir a comer con familia y amistades y se me recrimina mi radical comportamiento. Mi comida se percibe como aislante y diferente y se crea una situación molesta para el cocinero. Pero he de ser comprensiva y no ver nada obsceno en ver partes amputadas de animales colgadas de los techos.
La conexión y los vínculos que se forman a través de la comida a menudo se ven amenazados si eres vegano. La forma sutil en que te alejas de otras personas, los ojos en blanco, los comentarios burlones, las miradas raras, la alienación social son algunos de los “desafíos” a los que uno habrá de enfrentarse.
Aunque luchar por una convicción puede ser muy reconfortante, realmente no tengo ambiciones, no me gusta generar expectativas, pero hay dos cosas que me gustaría que sucedieran antes de palmarla. Uno, el fin de la industria cárnica, láctea y del huevo, y dos, el fin de la experimentación con animales no humanos. Desde mi punto de vista, son viles. Pequeña palabra, vil, pero poderosa, y resume completamente mi desprecio y odio por aquellos que perpetúan la crueldad, el maltrato y el abuso.
Me repugna el abuso de cualquier animal. Me estremezco cuando veo un animal salvaje muerto en la cuneta. Me desasosiego con zoológicos, acuarios, hípicas o animales taxi. Destilo odio al ver los camiones con destino al matadero. Y trato de gritar a los cuatro vientos sobre la flagrante crueldad que hay detrás de la ganadería industrial: la mayor causa de sufrimiento en nuestro planeta.
En 2015 Luis Rojas Marcos escribió que en 50 años la sociedad hablaría de una discriminación salvaje, de que se vería con horror el maltrato a los animales (domésticos y salvajes): “Mirarán estupefactos el comercio de pieles y colmillos que habrá llevado a la extinción de alguna que otra especie. Tampoco entenderán que los tuviéramos encerrados, para hacerlos crecer artificialmente, engordándolos para comérnoslos. Les asombrará que los explotemos comercialmente y que se usen en espectáculos o actos culturales basándose en la errónea idea de que los animales no sienten”.
https://www.lavanguardia.com/magazine/experiencias/como-nos-veran-dentro-50-anos.html
Me gustaría dejar de ser la excepción.
Me gustaría acabar con la disociación moral entre humanos y animales y reclamar una dignidad común, una humanidad compartida que trascienda la frontera entre especies.
Me gustaría dejar esta esquizofrenia moral hacia los animales: considerar inmoral hacerlos sufrir, pero llevar un estilo de vida donde se les tortura y asesina por millones; cuidar a unos mientras se maltrata a otros.
Me gustaría vivir en una sociedad en la que no se necesite considerar si estamos moralmente obligados a evitar la explotación y el consumo de los animales. Y no sería necesario hacer políticas para que se reconozca la sintiencia animal por ley, simplemente se vería como algo obvio.
Dibujo del artista polaco©Pawel Kuczynski
Sueño que los animales tienen voz y pueden transmitirnos su dolor.
La Paresse/Laziness, Félix Vallotton 1896. Getty Images
Si los animales no humanos hablasen veríamos que son individuos con su propia inteligencia y personalidad. Que tienen necesidades y deseos; y cuando empezamos a pensar en los animales como individuos con personalidad, la magnitud de la forma injusta, cruel y despiadada en la que los tratamos resulta abrumadora.
A veces, parece que hemos perdido nuestra propia humanidad. Por cada mil millones de personas en este planeta, se crían 10 mil millones de animales al año para alimento. Dos tercios de ellos son fruto de la ganadería intensiva: cruelmente enjaulados, hacinados o confinados en fábricas de animales. Reducidos a meros números en el proceso de producción de alimentos, cada uno es en realidad un ser sintiente, un individuo. Si pudieran hablar, ¿qué nos dirían? Me da miedo pensarlo.
Suzanne Valadon Portrait of Lily Walton with Raminou 1922 Mondadori PortfolioGetty Images
Al-Ma’arri, filósofo y poeta árabe ciego, decidió dejar de consumir carne y todos los demás productos animales; se convirtió en vegetariano moral y escribió:
No comáis injustamente los peces que el agua ha entregado,
y no deseéis como alimento la carne de los animales sacrificados,
O la blanca leche de las madres que destinaron su puro trago para
sus crías, no para las damas nobles.
Y no entristezcáis a los pájaros desprevenidos llevándoos sus huevos;
porque la injusticia es el peor de los crímenes.
Y ahorra la miel que las abejas obtienen laboriosamente
de las flores de las plantas aromáticas;
Porque no lo guardaron para que fuera de otros, ni
la recogen por generosidad ni para regalar.
Me lavé las manos de todo esto; y desearía haber percibido
mi camino antes de ver mi pelo encanecer
Al-Ma’arri
Hemos contaminado los ríos y utilizado los océanos como si fueran un gigantesco basurero. Hemos roto el ciclo del nitrógeno y lo hemos sustituido por fertilizantes químicos y pesticidas. Hemos recogido cosechas abundantes, creando una ilusión de abundancia interminable.
photograph of Brooke Hummer The Cat Women series
Aunque parezca difícil de creer, desde el ratón más diminuto hasta la ballena más grande, solo el 4% de los mamíferos de la Tierra representa a los animales salvajes. El 96% restante corresponde a los humanos y al ganado doméstico. Sin embargo, a pesar de este 4% se sigue cazando, abusando y comerciando con la fauna salvaje.
En menos de una vida, gran parte de nuestra fauna podría extinguirse y los suelos del mundo podrían dar su última cosecha. Nunca ha habido tanto en juego.
Porque nuestro tiempo, en términos de la amenaza del cambio climático, definitivamente se está acabando. El fin del sufrimiento animal podría ser lo que nos salve a todos.
1 enero 2025 a las 22:00
Es muy desesperanzador pensarlo, pero conociendo la naturaleza humana y su evolución a través de los siglos, creo que la conciencia animalista no acabará fraguando en los humanos.
El colapso es inevitable por la ignorancia voluntaria y falta de sensibilidad. De motu propio son poquísimos los que renuncian a sus placeres y comodidades.
En su mayoría los hombres son animales insensibles, estúpidos y vagos para la reflexión.