Mascotas, animales de compañía, animales domésticos, miembros de la familia, compañeros de piso…..

PERO, ALGO SALIÓ MAL…

José Saramago (premio Nobel de Literatura) dijo que no llamásemos “mascotas” a los animales de compañía, que hacía falta otra palabra más cercana, más entre iguales, una palabra desde la que no los veamos como un juguete, como algo que nos “sirve de talismán, que trae buena suerte”, que es una de las definiciones del DRAE.

Siempre me ha parecido un tanto ridículo el término mascota. El español carece de un término tan rotundo como el inglés pet que el Merriam-Webster  define: a domesticated animal kept for pleasure rather than utility. Definición éticamente muy reprobable.

Lo de animal de compañía, que delimita a un animal no humano que vive con humanos, plantea una connotación marcadamente especista. La utilización de animales para uso o disfrute de los humanos. Si «googleáis» el término hallaréis primordialmente las ventajas, beneficios o posibles peligros para el humano, y por supuesto la obscena, abominable y putrefacta industria de compra venta de esclavos«[sic]» mascotas «[sic]» animal de compañía. El tráfico de animales salvajes es, si cabe, aún más truculento.

En cuanto a animal doméstico, doméstico refiere al hogar, sin embargo domesticado remite a cautividad, a doma y a represión de instintos naturales, a manipulación genética, a animal criado de forma selectiva para potenciar rasgos físicos, estéticos o de conducta.

Sería inaceptable la idea de que un hijo o un miembro de la familia pudiera comprarse, como lamentablemente ocurre con perros o gatos. Esto, además, da origen a la existencia de una industria de reproducción de animales destinada a abastecer esta demanda. Se incrementa la enorme cantidad de perros y gatos abandonados en perreras que podrían adoptarse, pero que no se hace por la estupidez humana de poseer animales “de raza”, lo que resulta condenable, racista y eugenésico. Y lo peor de todo; es causa de toda una serie de padecimientos de salud para estos perros y gatos que han sido artificialmente manipulados -en busca de determinadas características físicas– a lo largo de sucesivas generaciones.

Carel Fabritius, The Goldfinch, 1654
JILGUERO ENCADENADO

¿Beneficio recíproco en la relación humano-animal?

¿Qué relación hemos establecido con estos animales?

¿ No será una relación basada en la dominación y el beneficio sólo para los humanos?

  • Aves tras los barrotes que no pueden volar, a pesar de que su naturaleza les dota de tal prodigio
  • Hámsters, cobayas, conejos de Indias, cautivos de por vida en jaulas.
  • Gatos a los que jamás se les deja salir al exterior y se les cortan las uñas para que no estropeen el mobiliario.
  • Perros encadenados hasta cuando salen a “pasear” a los que jamás veremos correr libres.
  • Tortugas solitarias en un suelo de baldosa sin ver jamás a otro miembro de su especie
  • Peces confinados en pequeñas peceras o medianos acuarios, donde no pertenecen.

Los peces payaso o peces anémona popularizados por la película «Buscando a Nemo», es una de las especies que está en peligro de extinción. A la pérdida de hábitat debido al calentamiento global, que provoca un declive de los arrecifes de coral, se unen las capturas descontroladas de este pez. Desde 2003, año en que se estrenó la película, cada año más de un millón de ejemplares de la familia de los peces payasos son atrapados para el comercio de acuarios.

Encerrar animales salvajes en un espacio tan reducido es una crueldad. Peces que en su hábitat nadarían sin parar, explorando entre rocas y plantas, conviviendo con otras especies, se encuentran atrapados entre paredes de cristal en unos pocos litros de agua.

El Gancho. Nemo en peligro de extincion

¿Aceptaríamos vivir en una jaula, con alimentación asegurada y sin peligros? ¿Renunciaríamos a nuestra libertad de movimientos más básica y más física para que otro ser pudiera contemplarnos y relajarse con nuestra belleza? Está claro que no. ….. …… Es a los animales a quienes se les debería preguntar si el pacto merece la pena. Pero dado que esos animales nunca podrán responder a la pregunta y ofrecer su consentimiento para estar ahí, esa misma imposibilidad es ya una razón suficiente para concluir que el pacto no es justo. Sencillamente, no es ningún pacto, sino una imposición.

¿Cómo podríamos educar para que la fascinación estética que sentimos por los animales nos guiara por la senda de la admiración y el respeto, y no por la vía de la posesión, el encierro y la explotación? Creo que habría que educar específicamente en dos cuestiones.

La primera sería aprender a separar la admiración del deseo de dominio. Hay que aprender a apreciar la belleza de los animales sin desear poseerla. Hay que aprender a renunciar, y el premio es que la belleza contemplada es aún mayor. Al pájaro enjaulado nunca lo veremos volar en plenitud en su ecosistema, al lobo encerrado jamás lo contemplaremos correr por las montañas. Si renunciamos a poseer, la belleza podrá desplegarse de forma plena y cautivarnos aún más.

La segunda es que apreciar la belleza de los animales implica ir más allá de un mero contemplar formas y colores. Si nos dejamos atrapar por la mera apariencia externa de los animales, no tardaremos en ver tan solo objetos estéticos que podemos coger para adornar el salón.

Necesitamos comprender que esos animales no son objetos, sino sujetos de sus propias vidas, seres que sienten dolor y placer, y que, dependiendo de las especies, tienen una vida emocional e inteligente, en algunos casos muy considerable. Hay que redirigir la fascinación por el aspecto externo, por el pelaje, la cornamenta o el colorido de las alas, hacia una comprensión integral del animal como un ser vivo que posee una forma de vida determinada, que necesita de un entorno específico, desarrolla ciertas conductas, y vive en unas redes complejas de relaciones con miembros de su especie y de otras. Conocer a los animales, conocer su capacidad emocional y cognitiva, su forma de vida, debería ayudarnos a entender que no podemos obligar a un animal a vivir enjaulado para poder contemplarlo.

La apreciación estética de los animales. Consideraciones estéticas y éticas

MARTA TAFALLA

Revista de Bioética y Derecho, núm. 28, mayo 2013, p. 72-90

Los animales salvajes, los que vuelan o los que pertenecen al medio acuático no deberían ser mascotas de nadie, ni obligados a vivir en un medio que no es el suyo. Estos animales deben ser libres.

Perros y gatos sí que se han adaptado a vivir con humanos. Su bienestar y felicidad depende del humano y no siempre se da ni lo uno ni la otra. Hagamos que esta relación fructifique y establezcamos vínculos de igual a igual. Compañeros, sí. Víctimas, no.

Pablo Neruda Un perro ha muerto

Mi perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.

Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.


Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz fría.


Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades.  


Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero
que para mí jamás fue un servidor.
Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.

No, mi perro me miraba dándome la atención necesaria
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.

Ay cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas del mar,
en el Invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasando de pájaros glaciales
y mi perro brincando, hirsuto,
lleno de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma.
Alegre, alegre, alegre

como los perros saben ser felices,
sin nada más,
con el absolutismo de la naturaleza descarada.
No hay adiós a mi perro que se ha muerto.

Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.
Ya se fue y lo enterré, y eso era todo. 


Jorge Luis Borges A un gato

No son más silenciosos los espejos

ni más furtiva el alba aventurera;

eres, bajo la luna, esa pantera

que nos es dado divisar de lejos.

Por obra indescifrable de un decreto

divino, te buscamos vanamente;

más remoto que el Ganges y el poniente,

tuya es la soledad, tuyo el secreto.

Tu lomo condesciende a la morosa

caricia de mi mano. Has admitido,

desde esa eternidad que ya es olvido,

el amor de la mano recelosa.

En otro tiempo estás. Eres el dueño

de un ámbito cerrado como un sueño.


WHY THE CAGED BIRD SINGS Maya Angelou

(1928-2014) escritora estadounidense

A free bird leaps
on the back of the wind
and floats downstream
till the current ends
and dips his wing
in the orange sun rays
and dares to claim the sky.

But a bird that stalks
down his narrow cage
can seldom see through
his bars of rage
his wings are clipped and
his feet are tied
so he opens his throat to sing.

The caged bird sings
with a fearful trill
of things unknown
but longed for still
and his tune is heard
on the distant hill
for the caged bird
sings of freedom.

The free bird thinks of another breeze
and the trade winds soft through the sighing trees
and the fat worms waiting on a dawn bright lawn
and he names the sky his own

But a caged bird stands on the grave of dreams
his shadow shouts on a nightmare scream
his wings are clipped and his feet are tied
so he opens his throat to sing.

The caged bird sings
with a fearful trill

of things unknown
but longed for still
and his tune is heard
on the distant hill
for the caged bird
sings of freedom.

El pájaro libre brinca
a lomos del viento
y flota río abajo
hasta que cesa la corriente;
y hunde sus alas
en los dorados rayos del sol
y se atreve a reclamar el cielo.

Pero un pájaro que acecha
en el fondo de su estrecha jaula
no puede ver apenas a través
de los barrotes de rabia
sus alas cortadas y
sus patas atadas
y así, abre su garganta para cantar.

El pájaro enjaulado
trina asustado
por lo desconocido
pero aun así ansiado
y su canto se oye
en la colina lejana
porque el canto del pájaro enjaulado
es un canto de libertad.

El pájaro libre piensa en otra brisa
y en los suaves vientos alisios
que susurran entre los árboles
y en los gusanos detenidos
en el césped brillante de la aurora
y reclama el cielo como propio.

Pero el pájaro enjaulado reside
en un sepulcro de sueños construido
chilla su sombra en el estallido de una pesadilla
sus alas cortadas y
sus patas atadas
y así, abre su garganta para cantar.

Traducción del inglés por Luisa Claver