La resistencia a los antibióticos es la amenaza más grave de la medicina moderna y el principal culpable es la ganadería industrial
Las Naciones Unidas han calificado la aparición de superbacterias resistentes a los medicamentos como «la mayor amenaza para la medicina moderna«. Para hacer frente a esta amenaza, deberá centrar su atención en la industria que utiliza más antibióticos: las granjas industriales.
A nivel mundial, se prescriben más antibióticos para tratar animales de granja que para tratar a humanos.
Las granjas intensivas son un caldo de cultivo para nuevas bacterias y virus. Lógico, puesto que miles de animales se hacinan, a menudo en condiciones nada higiénicas, son alimentados con dietas ni adecuadas a su especie ni naturales para ellos y son sometidos a un estrés intenso desde su nacimiento.
Prácticas, como la de separar a los recién nacidos de sus madres antes de que su sistema inmunológico se haya desarrollado completamente, los hacen aún más vulnerables a las enfermedades. Así, cerdos, pollos y vacas son atiborrados con antibióticos para que sobrevivan hasta que alcancen el peso para el «sacrificio».
Los antibióticos administrados a los animales en las granjas son los mismos o muy similares a los utilizados para combatir las enfermedades en los humanos. Por ejemplo, la colistina, un antibiótico de «último recurso» en medicina humana, se usa con frecuencia para medicar en masa a cerdos y aves de corral.
Como resultado de todo esto, los medicamentos esenciales se están volviendo menos efectivos y están surgiendo cepas de enfermedades resistentes a los antibióticos, como la salmonella y el MRSA, que pueden transmitirse de animales a humanos.
Por ejemplo, un estudio de carnes de cerdo y pollo en supermercados del Reino Unido descubrió que el 51 por ciento de las muestras estaban contaminadas con la bacteria E coli resistente a los antibióticos.
Se pronostica que la crisis de resistencia a los antibióticos matará a una persona cada tres segundos en 2050. El director general médico en Gran Bretaña la calificó como «la mayor amenaza futura para nuestra civilización«. Este es un problema que no podemos ignorar.
Es perentoria una acción decisiva de los líderes mundiales para erradicar las crueles granjas industriales y promover un cambio hacia la alimentación no basada en animales.
Hay que acabar con el terrible sufrimiento de millones de animales y abordar el problema del cambio climático.
No consumas estos animales torturados desde su nacimiento
No seas partícipe de la ganadería industrial
Empieza ya, mañana es demasiado tarde.
Hazlo por ellos, por el planeta, por ti.
Traducción del inglés de Luisa Claver (artículo de PETA UK , April 7, 2020)
Animals are not ours to experiment on, eat, wear, use for entertainment or abuse in any other way.
People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) Foundation
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Salud pública Investigación y Ciencia Febrero 2017
Resistencia antibiótica surgida de las granjas
Las bacterias resistentes a los antibióticos procedentes del ganado suponen un grave riesgo para la humanidad, pero el sector pecuario y cárnico pone trabas a su estudio.
Los animales de granja reciben antibióticos con profusión, mucho más que las personas enfermas, por lo que podrían constituir la principal fuente de bacterias resistentes a ellos.
Los nuevos hallazgos revelan que, en las granjas, los genes que confieren la resistencia se propagan mucho más y con mayor rapidez de lo que los expertos suponían.
El sector pecuario y cárnico afirma que esos temores son exagerados, mientras que los investigadores denuncian que las empresas del sector están poniendo en peligro la salud pública.
Aquella jornada había visto miles de cerdos, pero había evitado tocarlos a toda costa manteniendo las manos pegadas al cuerpo. A uno no le agradaron mis escrúpulos y, con ademán amistoso, me azuzó en el trasero con el hocico. Le rasqué en la coronilla, hirsuta y sonrosada. Gruñó complacido.
Me hallaba en un corral atestado y maloliente de una granja de Indiana, en un plácido pueblo agrícola enclavado a unos 70 kilómetros al noroeste de Indianápolis. Me acompañaba Mike Beard, el propietario. Los 30.000 cerdos que cada año cría no son suyos, sino de TDM Farms, una empresa productora de porcino. Beard tiene un contrato para criarlos desde los 14 días de vida, recién destetados de la madre, hasta los seis meses, momento en que se embarcan en camión hacia el matadero y la sala de despiece para acabar convertidos en chuletas, lomo y embutidos. La nave, de 12 por 60 metros, alberga a 1100 gorrinos. Puesto que a Beard se le retribuye por el espacio disponible y no por el número de animales, la empresa intenta llenar las naves lo máximo posible. A las 7:30 de la tarde, un camión de gran tonelaje desembarcará 400 lechones más, y, en cuanto estén estabulados, Beard comenzará a suministrarles el pienso complementado con antibióticos, totalmente necesario si se pretende que permanezcan sanos hacinados en los corrales, con heces esparcidas por doquier. Los antibióticos también aceleran su crecimiento con menos provisión de alimento, por lo que desde hace tiempo resultan esenciales para la crianza intensiva.
Pero tales prácticas tienen un lado funesto que explica mi reticencia a acariciar al simpático gorrino. Los antibióticos parecen estar transformando a los animales de granja en fábricas de enfermedades.
Se convierten en focos de microbios mortíferos, como la bacteria Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), que tolera varias de las principales clases de antibióticos y ya es un problema flagrante en los hospitales. De buen principio, el medicamento funciona en la granja, pero un puñado de microbios dotados de genes que confieren resistencia a sus efectos sobrevive y transmite esa capacidad a un grupo más amplio de gérmenes. Investigaciones recientes revelan que los segmentos de ADN responsables de esa resistencia pueden saltar de una especie o cepa bacteriana a otra con una facilidad pasmosa, un descubrimiento alarmante. Simplemente conduciendo detrás de los camiones que transportan pollos de granja, un equipo científico recolectó en el aire que entraba en el auto microbios farmacorresistentes. A inicios de 2016, se descubrió que un gen que otorga resistencia a uno de los antibióticos de último recurso había estado circulando por Estados Unidos y se hallaba presente en las bacterias que infectaron a una mujer en el estado de Pensilvania.
A muchos investigadores les preocupa que el uso intensivo de los antibióticos en las granjas pueda acabar desbordando nuestra capacidad para combatir las infecciones bacterianas. Los nuevos datos no añaden sino apremio a su preocupación. Estudios recientes indican que la resistencia a los medicamentos se disemina con mayor facilidad de lo que se creía y refuerza los eslabones de la cadena de resistencia que separa la granja de nuestro plato. En 2014, los laboratorios farmacéuticos vendieron casi 9500 toneladas de antibióticos de uso médico como complemento para la alimentación animal, cifra que triplica con creces el volumen destinado a la medicina humana.
Melinda Wenner Moyer
Investigación y Ciencia Febrero 2017
10 junio 2020 a las 22:00
La industrialización animal está destinada al beneficio económico. No para que la población se alimente más ni mejor. Al contrario, la propaganda que siempre es alimentada por las grandes empresas que se benefician, invita al consumo de carne, lácteos y huevos y muchos profesionales de la medicina, pagados por las empresas productoras, también.
Hoy ya han salido muchas voces de prestigio -dietistas, médicos, genetistas- que denuncian el peligro para la salud que es el consumo de productos de origen animal: su carga de antibióticos que pasan directamente a nuestro organismo, haciendo inoperantes nuestras propias defensas.
El estrés sufrido por estos seres deja huella en su carne que queda en las células después de la muerte. Está demostrado que los que no consumen productos animales son más pacíficos.
El consumo de productos de origen animal nos priva de consumir lo que es verdaderamente sano y natural: legumbres, frutas, verduras, frutos secos, semillas.