Mientras lees esto, en algún lugar del mundo, una cerda madre está inmovilizada en una jaula hasta que nazcan sus lechones, les dé de mamar entre barrotes y se los arrebaten.

En este mismo momento, una vaca siente el dolor en sus ubres debido a la cantidad de leche que se le extrae.

Una gallina está tirada en el suelo con los huesos rotos porque se le han debilitado debido a la producción de huevos.

Es la triste realidad de estos animales -cada momento, cada día-

El término especismo fue acuñado en 1970 por Richard D. Ryder, psicólogo y filósofo británico, y activista por los derechos de los animales, para denominar una forma de discriminación que favorece a quienes pertenecen a una determinada especie frente a otros individuos. Se trata de un término similar a los que nombran otras formas de discriminación, como el sexismo y el racismo. No obstante, se tiende a considerar el especismo como menos relevante que las discriminaciones que afectan a los seres humanos.

Ya Plutarco, hace casi 2000 años, en sus OBRAS MORALES Y DE COSTUMBRES (Moralia) IX, SOBRE COMER CARNE, en el punto 4, hace una definición bastante exacta de lo que vendríamos a denominar especismo: ≪Pero hay algo más terrible: la mesa una vez recogida; hay más restos que alimentos ingeridos. En suma, los animales mueren en vano. Más aun, hay otras personas que se abstienen de comer platos cocinados e impiden que los animales sean fileteados y troceados. Rechazan la carne de los animales muertos, pero no evitan la suerte de los vivos≫.

Desde su introducción, ha desempeñado un papel fundamental en los debates sobre la consideración moral de los animales no humanos. Sin embargo, y a pesar de que ha pasado más de medio siglo, este concepto sigue siendo muy poco conocido. En el diccionario de la RAE no aparece hasta 2017, casi 50 años después. Consultar Novedades_DLE_2017

Para que alguien sufra una discriminación, tiene que recibir un trato o consideración peor que el que reciben otros individuos. El especismo sostiene que solamente quienes pertenecen a una determinada especie poseen algunos atributos supuestamente relevantes desde el punto de vista moral.

Los argumentos que sustentan esta discriminación suelen ser:

  • la posesión de un alma
  • una situación privilegiada y de superioridad (humanismo antropocéntrico)
  • atribución de cualidades superiores (supremacismo)
  • capacidades cognitivas complejas como el dominio de una lengua
  • relaciones de afecto
  • cuestiones estéticas

Ahora bien, para que estos argumentos estén justificados tendrían que estar presentes en todos los seres humanos, y solamente en los seres humanos, y hay humanos que no satisfacen los criterios defendidos por los antropocentristas. Por ejemplo, si el lenguaje es lo que determina que sólo el humano sea moralmente relevante, todos los seres humanos tendrán que poseer esta capacidad y presuponer que los demás animales no la poseen. Lo cual sabemos que no es así.

«Parecería lógico concluir que la complejidad de los sistemas de comunicación sigue una jerarquía que lleva de los humanos a los simios, a los mamíferos, a las aves y sigue descendiendo hasta llegar a los insectos. Pero no es tan simple. El sistema más complejo de comunicación y más cercano al de los humanos se encuentra en los pasos de danza de las abejas». Friend, Tim 2005 Animal Talk: Breaking the Code of Animal Language

Desafortunadamente, la historia nos enseña que la creencia en el alma hace que los que creen en ella se vuelvan indiferentes al sufrimiento de los seres que carecen de ese alma. Raya en lo absurdo que haya quien considere que un embrión humano está dotado de más derechos que un chimpancé, un delfín o un caballo. En definitiva, la creencia en la superioridad humana por encima de los animales se encuentra causalmente conectada con la deshumanización de otros grupos humanos y la asunción de nuestra superioridad conduce a la explotación.

Los psicólogos sociales han mostrado que inculcar actitudes de supremacía humana por encima de los animales empeora más que alivia la deshumanización de otras minorías, inmigrantes y otros grupos”. Kymlicka, Will 2017 Human Rights without Human Supremacism

¿Qué hace tan especiales a los humanos? (…) La premisa especista que acecha aquí es muy simple: los humanos son humanos y los gorilas son animales. Existe un enorme abismo entre ellos, de tal suerte que la vida de un sólo niño humano vale más que la vida de todos los gorilas del mundo. El “valor” de la vida de un animal equivale sólo al costo de sustitución para su propietario; o, en el caso de algunas pocas especies, para la humanidad. Pero, basta con que se ponga la etiqueta Homo sapiens al más pequeño pedazo de insensible tejido embrionario para que su vida adquiera súbitamente un valor infinito, incalculable (…) Pero el hecho más deprimente es que, en la actualidad, las actitudes morales de la sociedad se basan en el discontinuo imperativo especista. Dawkins, Richard 1993, The Great Ape Project (pp. 81, 86).

Pensadores, académicos o intelectuales que condenan y rechazan hasta el más mínimo abuso sufrido por el humano permanecen indiferentes ante la tortura y la masacre de millones de animales. ¿Cómo explicar esta ceguera por parte de quienes poseen en teoría una conciencia moral evolucionada? Antropocentrismo y especismo y la idea de que sólo lo humano tiene valor.

La gran mayoría de humanos tampoco protestan contra la crueldad de, por ejemplo, “granjas industriales” y no piensan cambiar su dieta. Sabemos que científicos, filósofos, escritores desde Bentham y Singer, han denunciado la opresión que sufren los animales. Entonces, ¿por qué no se cuestiona esta opresión? ¿Por qué no hemos podido descartar nuestro humanismo antropocéntrico y supremacista? ¿Por qué estamos fallando a los animales no humanos?

Comodidad, indiferencia y egoísmo.

Si reconocemos la explotación a la que están sometidos, tendremos que hacer un cambio en la forma en cómo vivimos, en lo que comemos, en cómo vestimos y ocupamos el ocio. Pero cambiar todo esto atenta contra nuestras costumbres adquiridas y contra nuestra tranquilidad de espíritu. El placer del paladar, el tacto del cuero o la suavidad de la pluma son más importantes que la agonía de millones de animales que viven vidas terribles que terminan en muertes brutales.

¿Qué nos impide comprender la opresión de otras especies animales?

El racismo, el sexismo, el clasismo, el capacitismo o discriminación por discapacidad, el edadismo o discriminación por edad y otras formas de opresión son injustificadas e infundadas. Del mismo modo, el especismo es injusto, inadmisible y arbitrario.

Y la incapacidad de aceptar este simple hecho se traduce en impiedad; ese sentimiento que anuncia la enfermedad de la humanidad, negando la necesaria compasión y convirtiéndose en vicio.

La bondad incluye la compasión, incluso para aquellos a quienes nuestros prejuicios nos harían clasificar como seres “menores”. Nos parece imperativo luchar contra nuestros prejuicios, y animar a otros a hacer lo mismo.

Si admiramos a quienes tienen la integridad y la determinación de sacrificar sus propios privilegios injustos por el bien de los demás y exigimos como sociedad el fin de las discriminaciones, es incoherente esperar que unos renuncien a sus injustos privilegios (sexo o raza) mientras nos aferramos a los nuestros (pertenecer a una determinada especie).

Si ignoramos las demás opresiones estructurales que nos rodean seguimos siendo cómplices de la opresión.

Por el bien de todos los animales, por el planeta, por nuestra propia especie, debemos dejar atrás el especismo.

fuente:

DEFINING SPECIESISM; HORTA ÁLVAREZ, Óscar and ALBERSMEIER, Frauke

SHOULD FEMINISTS BE VEGETARIANS? A Feminist Defense of Ethical Vegetarianism; SHERI ANN LUCAS

La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquéllos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la debacle fundamental del hombre,tan fundamental que de ella se derivan todas las demás.

MILAN KUNDERA LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (1984)
Veganismo y Antiespecismo no son lo mismo

Cuando se habla de antiespecismo se entiende como el fin de la discriminación de los animales. El especismo es la discriminación de aquellos que no pertenecen a una determinada especie. Lo más extendido es la discriminación de todos los animales no humanos para beneficiar al humano. Pero no es la única. Por ejemplo, si asumimos que hemos de favorecer a los perros y que deben ser respetados, pero los cerdos o gallinas no, ésta es una posición especista. Favorecer a unos y discriminar a otros por el simple hecho de que son especies diferentes.

El veganismo es la consecuencia de la oposición a la discriminación de los animales, ya que se opone al uso de éstos como recursos, se opone a su abuso y maltrato. Es la expresión más visible e importante del antiespecismo.

Ahora, puede ser, que yo, vegano, no dañe ni haga nada que perjudique a los animales, pero sólo dedique mis esfuerzos a ayudar a una determinada especie y no a otras.

Vamos a ejemplificar:

Veo en la calle a un energúmeno que está apalizando a un perro. Grito, recrimino, me inmiscuyo, llamo a la policía, vamos, igual que con un niño.

Voy a la playa y veo como unos desalmados pescan un pulpo, lo sacan del agua y lo torturan. Giro la cara y sigo a lo mío.

Conclusión: Soy vegana, sí, pero también especista. No soy antiespecista.

RZA We’re Not Different in Any Important Way PETA

El prejuicio y la injusticia empiezan cuando la raza, la edad, el género, la discapacidad, la orientación sexual o la especie justifican la discriminación. Los seres humanos han justificado las guerras, la esclavitud, la violencia sexual y las conquistas militares bajo la creencia de que los “diferentes” no experimentan sufrimiento y no son dignos de consideración moral. Muchas personas han sufrido tortura, explotación y muerte por ser “diferentes”. Estas discriminaciones han cambiado a lo largo de la historia, y ahora nos horroriza recordar los abusos infligidos a otros: el exterminio del pueblo judío por parte de los nazis o la esclavización del pueblo africano por parte de los propietarios de plantaciones estadounidenses. ¿Encerraríamos a nuestros hijos en jaulas? ¿Violaríamos a nuestras hermanas y robaríamos sus bebés? ¿Contagiaríamos deliberadamente a nuestros amigos con enfermedades? No, no lo haríamos. Entonces, ¿por qué haríamos lo mismo con otras criaturas? Debemos abandonar el límite arcaico e incorrecto de “humano”, que usamos para justificar la masacre de miles de millones de seres.