El movimiento por los derechos de los animales establece que tienen el mismo derecho a reclamar la vida y la libertad que los animales humanos.

Este movimiento bebe en las fuentes del debate filosófico occidental empezando con Pitágoras de Samos (s. VI a. C. 582-500 a.C.) quien adoptó el vegetarianismo ya que consideraba a los animales poseedores de un alma similar a la humana y con idéntica capacidad de amor y de sufrimiento. La ética pitagórica se convirtió en una moral filosófica con el deseo de crear una ley universal de no matar “criaturas vivas”, abstenerse de la ”desagradable matanza estridente” y nunca comer carne.

Rafael Sanzio La escuela de Atenas Platón y Aristóteles

Aristóteles (s. IV a.C. 384-322 a.C.), por el contrario, argumentó que los humanos son moralmente superiores a los animales no humanos porque carecen de razón y, por lo tanto, es aceptable usarlos como recursos. Este razonamiento dio origen al concepto de antropocentrismo, que defiende que los intereses de los seres humanos deben prevalecer sobre cualquier otro. El argumento moral para esto es que la mayoría de los humanos son inteligentes, conscientes de sí mismos, autónomos, usuarios del lenguaje y agentes morales. Desde este punto de vista, los animales y otros seres que carecen de estas habilidades cognitivas complejas tienen sólo un valor instrumental.

Plutarco (s. I y II) en sus dos tratados Acerca de comer carne y Los animales utilizan la razón considera que comer carne es contrario a la naturaleza de los cuerpos ya que la alimentación del cuerpo afecta decisivamente a la calidad del alma. Acerca de comer carne

Porfirio de Tiro (s. III d.C.) filósofo neoplatónico, defiende la abstinencia del consumo de carne para no dañar a los animales. En su tratado Sobre la abstinencia (De Abstinentia) y De la Inapropiedad de matar Seres Vivos para la Comida (De Non Necandis ad Epulandum Animantibus) argumenta que no podemos decir que los humanos merezcamos más respeto que los animales por ser más inteligentes porque hay humanos más inteligentes que otros.

La noción aristotélica de superioridad humana se vio reforzada en la doctrina religiosa que afirmaba que Dios creó a los humanos a su propia imagen y que somos libres de utilizar los recursos naturales –incluidos los animales– para nuestros propios fines.

Agustín de Hipona (s. IV d.C. 354-430) y Tomás de Aquino (s. XIII), dos de los filósofos y teólogos cristianos más influyentes de la Edad Media, mantuvieron esta opinión. Aunque Agustín reconoció que los animales experimentan dolor, sostuvo la creencia de que el valor de un ser está en su racionalidad y capacidad de buscar la “verdad divina”. De manera similar, Tomás de Aquino valoraba el libre albedrío de los humanos y la capacidad de tener una relación con Dios. La falta de autonomía y razón de los animales significa que deben ser guiados por los humanos en todo lo necesario. Curiosamente, Tomás de Aquino reconoció que una alta propensión a cometer actos de crueldad animal puede resultar en una mayor probabilidad de ser cruel con otros seres humanos. Sin embargo, todavía era antropocéntrico en su uso de los animales como medio para lograr un fin. Dado que el cristianismo es una religión dominante a lo largo de toda la historia, este concepto se ha mantenido.

Abū al-ʿAlāʾ al-Maʿarrī (973-1058) fue un filósofo y poeta árabe ciego, controvertido racionalista en su tiempo por atacar los dogmas de la religión y rechazar que el islam tuviera el monopolio de la verdad.
Al-Maʿarri fue escéptico en sus creencias y denunció la superstición y el dogmatismo en la religión. Enseñaba que la religión era una «fábula inventada por los antiguos», inútil excepto para quienes explotan a las masas crédulas:

No supongas que las declaraciones de los profetas son verdad: todas son inventos. Los hombres vivían cómodamente hasta que llegaron los profetas y arruinaron la vida de todos. Los libros sagrados son solo un conjunto de cuentos inútiles”.

Los habitantes de la tierra se dividen en dos categorías: unos, inteligentes, pero sin religión; otros, religiosos, pero sin inteligencia.

Rechazó la revelación divina y su credo era la filosofía y el ascetismo para lo cual la razón sirve de guía moral y la virtud es la recompensa y en sus últimos años Al-Ma’arri, decidió dejar de consumir carne y todos los demás productos animales; se convirtió en vegetariano moral y escribió:

No comáis injustamente los peces que el agua ha entregado,
y no deseéis como alimento la carne de los animales sacrificados,
O la blanca leche de las madres que destinaron su puro trago para
sus crías, no para las damas nobles.
Y no entristezcáis a los pájaros desprevenidos llevándoos sus huevos;
porque la injusticia es el peor de los crímenes.
Y ahorra la miel que las abejas obtienen laboriosamente
de las flores de las plantas aromáticas;
Porque no lo guardaron para que fuera de otros, ni
la recogen por generosidad ni para regalar.
Me lavé las manos de todo esto; y desearía haber percibido
mi camino antes de ver mi pelo encanecer!

fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Al-Ma%CA%BFarri

Michel de Montaigne (1533-1592) en el ensayo Apología de Raymond Sebond, confronta animales y humanos, manifiesta que la frontera no está nada clara entre ellos y que no hay razón para sentirnos superiores a los animales. ¿Precursor de la idea de antiespecismo? La hipótesis de Montaigne es que tanto hombre como animales son seres naturales, y en consecuencia la naturaleza les ha provisto de lo necesario para vivir con éxito. Los Essais fueron objeto de censura por “haber utilizado la equiparación del hombre a las bestias”.
En la Apología de Raimond Sebond – “el aislamiento del hombre de la especulación teológica es sustituido por la conciencia de una comunidad que abraza y pone en recíproca relación a todos los seres vivos, vegetales y animales“.(Cassirer, Ernst. 1968. Historia de la filosofía moderna)

Consideremos pues por el momento al hombre solo, sin socorro ajeno, armado únicamente con sus armas, y desprovisto de la gracia y el conocimiento divino que constituye todo su honor, su fuerza y el fundamento de su ser. Veamos cuánta constancia tiene con semejante aparejo. Que me demuestre mediante el esfuerzo de su razonamiento sobre qué bases ha erigido esa gran superioridad que cree tener sobre las demás criaturas. ¿Quién le ha convencido de que ese formidable movimiento de la bóveda celeste, la eterna luz de esas antorchas que giran con tanto orgullo sobre su cabeza, la espantosa agitación de ese mar infinito, han sido establecidos y permanecen durante tantos siglos en beneficio y servicio suyo? ¿Se puede concebir algo más ridículo que esta miserable e insignificante criatura que no es dueña ni de sí misma, expuesta a los ataques de todas las cosas, se diga dueña y señora del universo del que no puede conocer ni una mínima parte, y menos aún mandar sobre él? ¿Y ese privilegio que se atribuye de ser el único ser en este gran edificio que tenga la capacidad de reconocer su belleza y sus partes, el único que pueda dar gracias por ello al arquitecto y llevar la cuenta de los ingresos y gastos del mundo, quién se lo ha concedido? Muéstrenos el título de tan grande y hermoso cargo. pag146

Es la presunción nuestra enfermedad natural y original. El hombre es la criatura más calamitosa y frágil de todas, y al mismo tiempo, la más orgullosa. Se siente y se ve colocada aquí, entre el lodo y el excremento del mundo, ligada y clavada a la parte peor, más muerta y vil del universo, en el nivel más bajo de la morada y el más alejado de la bóveda celeste, con los animales de la peor condición de los tres; y se coloca con la imaginación por encima del círculo de la luna poniendo el cielo a sus pies. Es por la vanidad de esa misma imaginación por lo que se iguala a Dios, se atribuye cualidades divinas, se elige a sí mismo y se separa de la multitud de las demás criaturas, divide las raciones para los animales sus congéneres y compañeros y les reparte la porción de facultades y de fuerzas que a él le parece. ¿Cómo conoce, mediante el esfuerzo de su inteligencia, los movimientos internos y secretos de los animales?¿De qué comparación entre ellos y nosotros deduce la necedad que les atribuye?
Cuando juego con mi gata, ¿quién sabe sí no me utiliza ella para pasar el rato más que yo a ella?
pag149-150

Preciso es también advertir la correspondencia que existe entre el hombre y los animales: algo conocemos los sentidos de los mismos; sobre poco más o menos el mismo conocimiento que los animales tienen de nosotros, y así vemos que nos acarician, nos amenazan o solicitan algo de nosotros, lo mismo exactamente que nosotros de ellos. Por lo demás, advertirnos con toda evidencia que entre ellos existe una comunicación entera y plena, que se comprenden, y no ya sólo los de una misma especie, sino también los de especies distintas:

Los animales domésticos, lo mismo que las fieras, producen sonidos diversos según obran en ellos el temor, el dolor o la alegría. LUCRECIO, V, 1058. (N. del T.)

Por lo demás, ¿qué facultades reconocemos en nosotros que no veamos bien patentes en las operaciones que los animales practican? ¿Hay organización más perfecta ni más metódica, ni en que presida mayor orden en los cargos y oficios que la de las abejas? La ordenadísima disposición de los actos y labores que las abejas practican, ¿podemos admitirla ni imaginarla sin suponerlas dotadas de razón y discernimiento?

Admirados de estas maravillas, los sabios creyeron que había en las abejas una partícula de la divina inteligencia. VIRGILIO, Geórg., IV, 210. (N. del T.)

René Descartes (1596-1650) reacciona ante la posición de Montaigne y al final de la quinta parte de su Discurso del Método escribe que los animales carecen tanto de razón como de sentimientos. Los reconoció como criaturas vivientes, pero los caracterizó como autómatas, lo que significa esencialmente que los veía como “máquinas orgánicas”, mientras que los humanos tenían almas inmortales. De esto dedujo que los animales no pueden razonar ni sentir dolor, y por tanto era perfectamente aceptable utilizarlos para fines humanos. *Descartes definió a los animales no humanos como máquinas vivientes, “machina animata”, seres carentes de alma y, por tanto, incapaces de experimentar dolor ni emoción alguna. Así, sus quejidos no serían tales, solo el chirrido propio de un mecanismo que funciona mal, igual que el chirrido de la rueda de un carro no significa que el eje sufra, sino que no está engrasado. *(Kundera)

Es también muy notable cosa que, aun cuando hay varios animales que muestran más industria que nosotros en algunas de sus acciones, sin embargo, vemos que esos mismos no demuestran ninguna en muchas otras; de suerte que eso que hacen mejor que nosotros no prueba que tengan ingenio, pues en ese caso tendrían más que ninguno de nosotros y harían mejor que nosotros todas las demás cosas, sino más bien prueba que no tienen ninguno y que es la naturaleza la que en ellos obra, por la disposición de sus órganos, como vemos que un reloj, compuesto sólo de ruedas y resortes, puede contar las horas y medir el tiempo más exactamente que nosotros con toda nuestra prudencia. Discurso del método

David Hume (1711-1776) reconoce a los animales como algo más que robots sin emociones ni valor. De hecho, afirmó que “ninguna verdad parece ser más evidente que el hecho de que las bestias están dotadas de pensamiento y razón tan bien como los hombres“. Aunque reconoció que existen diferencias en el razonamiento humano y animal, examinó el hecho de que los humanos y los animales tienen la capacidad similar de aprender de experiencias pasadas e inferir experiencias futuras. Esencialmente, está entre los primeros en reconocer el valor intrínseco de los animales. Sin embargo, todavía creía que las capacidades humanas son superiores y que “la noción de justicia se refiere a transacciones entre personas aproximadamente iguales en poder y, por lo tanto, es irrelevante en nuestro trato con los animales”.

Immanuel Kant (1724-1804) concibió el concepto de autonomía, que es “libertad del determinismo casual de la naturaleza”. Esto requiere “tener conciencia de sí mismo y la capacidad de guiarse por la razón”. Creía que los seres autónomos no deberían utilizarse como un medio para lograr un fin. En este sentido, los animales no encajan en su categorización. Como otros seres humanos son seres autónomos, nuestros deberes directos son para con ellos. Sin embargo, también afirma que “si algunos actos de los animales son análogos a los actos humanos y surgen de los mismos principios, tenemos deberes hacia los animales porque así cultivamos los correspondientes deberes hacia los seres humanos”. Lo que significa que no tenemos deberes directos con los animales. Sin embargo, si el trato inhumano hacia los animales contribuye negativamente a la humanidad, entonces tenemos el deber directo de detenerlo.

Cuando Kant desarrolló su teoría ética, considerada todavía la principal teoría ética de la modernidad, incluyó su preocupación por los animales y puso por escrito su indignación contra quienes matan a sus perros cuando envejecen: “Cuando un perro ha servido durante mucho tiempo fielmente a su amo, he de considerar esos servicios prestados como análogos a los humanos, por lo que debo retribuírselos y procurarle un sustento hasta el final de sus días cuando ya no pueda servirme más, en tanto que con este comportamiento secundo mis deberes hacia la humanidad tal y como estoy obligado a hacer. (…) Tenemos deberes para con los animales, puesto que con ellos promovemos indirectamente los deberes para con la humanidad. Según esto, cuando alguien manda sacrificar a su perro porque ya no puede seguir ganándose el sustento, no contraviene en absoluto deber alguno para con el perro, habida cuenta de que éste no es capaz de juzgar tal cosa, pero sí atenta con ello contra la afabilidad y el carácter humanitario en cuanto tales. (…) Aquél que se comporta cruelmente con ellos posee asimismo un corazón endurecido para con sus congéneres. Se puede, pues, conocer el corazón humano a partir de su relación con los animales. (…) Cuanto más nos ocupamos de observar a los animales y su conducta, tanto más los amamos, puesto que tenemos ocasión de ver cómo cuidan de sus crías; de esta forma ni siquiera seremos capaces de albergar pensamientos crueles hacia el lobo”

Kant, Immanuel, Lecciones de ética——-fuente: MARTA TAFALLA

Arthur Schopenhauer (1788-1860) enuncia que “el olvido intencional en el que los moralistas han dejado a los animales es bien conocido, no tienen derechos. Si hablamos de moral, no tener consideración por los animales es una doctrina repugnante, grosera y llena de barbaridades“.

La inclusión de los animales dentro de su sistema filosófico es de gran trascendencia, como quedará patente en Los dos problemas fundamentales de la ética (1840) “La conmiseración por los animales va estrechamente unida a la bondad de carácter; se puede afirmar que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona”. Ahora, cuidado, ya que: “El hombre no debe compasión a los animales, sino justicia“, así como en Parerga y Paralipómena (1851), donde *Schopenhauer reflexiona sobre las consecuencias éticas que se derivan de la particular posición de los animales en el mundo y en concreto en su relación con el ser humano. La consideración moral que los animales le merecen es traducida en la atribución de derechos. Schopenhauer considera que el origen del auténtico derecho no es legal, sino metafísico. Defiende la existencia de derechos naturales, que él denomina morales. No obstante, considera útil el derecho positivo para proteger a los seres humanos entre sí y de sus gobernantes. Esa utilidad se extiende a los animales, que pueden y deben ser protegidos de la maldad del ser humano a través de la aprobación de una legislación disuasoria y represora, ayudada por la presión social del ejemplo.*

  • *Ana Rodríguez Quetglas, «Los derechos animales según Schopenhauer». Schopenhaueriana. Revista española de estudios sobre Schopenhauer-número 3- a 200 años de El mundo como voluntad y representación

Karl ​​Marx (1818-1883) que despreciaba los movimientos por los derechos de los animales, compartía la visión kantiana/hegeliana de que el valor intrínseco de la humanidad deriva enteramente de lo que distingue al “hombre” de los animales y que la naturaleza (incluidos los animales) es simplemente el escenario en el que los humanos representan sus poderes únicos de especie prometeica para el trabajo cooperativo consciente y creativo. (Incluyó a “miembros de sociedades para la prevención de la crueldad hacia los animales” junto con “miembros de abstemios fanáticos” en su lista de campañas moralistas inútiles). El resultado, en palabras de Benton, es un “narcisismo de especie bastante fantástico

Benton, Ted. 1988. “Humanism = Speciesism? Marx on Humans and Animals.” Radical Philosophy 50: 4–18.

fuente: Derechos de los animales, multiculturalismo y la izquierda Will Kymlicka and Sue Donaldson (traducción de Luisa Claver)

Los filósofos utilitaristas han impactado enormemente en el pensamiento de los activistas por los derechos de los animales. Jeremy Bentham (1748-1832), filósofo y reformador social inglés considerado como el padre del utilitarismo moderno. La esencia de su teoría es “maximizar el equilibrio entre el placer y el dolor en aquellos afectados por la propia acción”. Se le considera uno de los primeros defensores de los derechos de los animales debido a su reconocimiento de los animales como seres sintientes y critica la crueldad y el sufrimiento infligidos a los animales.

Léase extracto de AN INTRODUCTION TO THE PRINCIPLES OF MORALS AND LEGISLATION al final de este enlace

En 1861, John Stuart Mill publicó Utilitarismo, en el que amplió los conceptos de Bentham. Sostuvo que el utilitarismo “acepta como fundamento de la moral la utilidad o el principio de la mayor felicidad” y que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, e incorrectas en la medida en que tienden a producir lo contrario. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por la infelicidad, el dolor y la privación del placer. Consideró que no todos los placeres son iguales y creía que unos eran superiores a otros. El “principio de la mayor felicidad” de Mill es parte de esta categorización. Valoraba la felicidad sobre el placer porque considera que el placer es una gratificación, pero no una realización. Los conceptos de utilitarismo de Bentham y Mill allanaron el camino para los filósofos contemporáneos de los derechos de los animales.

En el siglo XIX, se inicia el movimiento de protección de los animales. Uno de los primeros hitos fue la fundación de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales en Inglaterra en 1824. Estos movimientos buscaban la creación de leyes que protegieran a los animales de los abusos y el maltrato. También es importante tener en cuenta el impacto que tuvo la revolución industrial, al aumentar la población en las ciudades en detrimento del estilo de vida rural, con un cambio de paradigma en la percepción de los animales como “compañía” en lugar de meros instrumentos de trabajo.

En Turín, el 3 de enero de 1889, Friedrich Nietzsche cruza la plaza Carlo Alberto y se topa con un cochero que azota con el látigo a su caballo, rendido, agotado, resignado, doblegado en el suelo. Nietzsche, hondamente dolido, herido en lo más profundo de su alma, se arroja sobre el caballo y lo abraza. Los relatos del incidente varían según los autores. Unos dicen que le susurró palabras que solo él, el caballo, podía oír. Otros dicen que permaneció en silencio, llorando, quizá hablándole sin pronunciar palabra. Pero todos coinciden en que fue un episodio crucial en la vida del filósofo alemán: el momento en el que perdió lo que la humanidad llama “razón” y, de alguna forma, rompió para siempre con esa misma humanidad, que lo consideró desde entonces un perturbado.

Escribió Milan Kundera en La insoportable levedad del ser (1984), que en aquel momento Nietzsche pedía perdón al caballo en nombre de la humanidad, en nombre de Descartes. Quizás le pidió perdón porque la humanidad, al construir su relación con los animales, eligiera a Descartes frente a Pitágoras. Porque se apoyara en Descartes y no en Pitágoras para interpretar el “dominio” que, según el Génesis, Dios otorgó a los humanos sobre los demás animales. *

* El caballo de Nietzsche (eldiario.es)

Henry Stephens Salt (1851-1939) escribe A Plea for Vegetarianism (1886). En 1892 el humanista inglés publicó la primera obra íntegra sobre la defensa racional de los animales Animals’ Rights: Considered in Relation to Social Progress donde argumenta que los animales deben tener derechos más allá del mero bienestar y defiende la vida y la libertad tanto de los animales domésticos como los salvajes, haciendo una fundamentada crítica a la matanza de animales para ser convertidos en alimento, y a las prácticas como la experimentación, la caza y la peletería.

El final del siglo XX se puede caracterizar por el avance de las ideas revolucionarias de filósofos como Peter Singer y Tom Regan muy influyentes en el movimiento de liberación animal. Del primero, Animal Liberation (1975), profundiza en la noción de utilitarismo. Uno de los aspectos más revolucionarios de su trabajo es la conceptualización del “especismo” que es un prejuicio o sesgo a favor de los intereses de la propia especie y discrimina a las demás. Singer cree que el valor de la vida no debe estar en la inteligencia de un ser, sino en su capacidad de sentir dolor (como Bentham). Plantea este punto cuestionando el hecho de quitarle la vida a un animal no humano simplemente por su baja inteligencia, que es uno de los puntos principales planteados por los consumidores de productos animales. Cuestiona cómo esta postura de los consumidores de animales afecta a los humanos que tienen funciones cognitivas disminuidas. ¿Merecen menos preocupación ética? De esto deduce un razonamiento erróneo y llega a la conclusión de que todos los seres con preferencias deben ser tenidos en cuenta al considerar qué curso de acción causará la menor cantidad de sufrimiento para todos.

Regan en su The Case for Animal Rights 1983 concuerda con la filosofía kantiana en el sentido de que todos los temas de la vida nunca deben ser tratados como un medio para un fin. En muchos sentidos, rechaza el punto de vista utilitario de Singer, ya que se centra más en el valor inherente de todos los seres y trata a todos los seres sintientes con el respeto que se les debe; sintientes significa la capacidad de experimentar experiencias perceptuales subjetivas.

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A pesar de la resistencia en ciertos círculos académicos a considerar a los animales como seres moralmente relevantes, estos filósofos y pensadores abrieron y siguen ampliando la discusión, por su singular importancia teórico‐práctica y por la capacidad de reflexión y análisis que busca la superación del antropocentrismo ético‐moral de la filosofía. Una característica común de estas reflexiones es el descubrimiento de una nueva forma de discriminación, el especismo, que sería determinante del tratamiento que la sociedad brinda a los animales, y con ello, de la violencia y el maltrato institucionalizados.

imagen entrada: La scuola di Atene Rafael 1509-1511 Museos Vaticanos Wikidata